miércoles, 24 de marzo de 2010

Cordófona







Cada noche la miraba bajo el puente alzando la cejilla. Ella veía lejano el día en que la cítara…
Le importó poco que guitarra de miedo y furia al sentir su uña afilada descenderle por el cuello, rasgándole el cuerpo, calcando sus efes. Para él era una zanfoña cualquiera que sabía mover el ukelele. Disfrutaba cuando al frotarla se le tensaba el arco, haciéndola una sola con sus escotaduras. Ella al sentir su organistrum quebrándole el alma, deseó olvidar que tiempo atrás lo violín-do, pero es imposible si él está encima explorándole hasta el último requinto, si de un salterio le perfora el piano y aunque ella apriete chelo viola contrabajo. “¡Balalaika, balalaika!” le susurra “¡Quiero ver que tu cuerpo timple!” y ella lira sus ojos buscando piedad, lira hasta lo más profundo pero lira en vano.
Él sabe que después del clavicordio no quedarán de ella más que eternos compases de silencio...
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1 comentario:

  1. Este cuento me hizo tremolar y se me subieron los tresillos hasta la clave de Do en primera. Qué sería del mundo sin la música.

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