miércoles, 17 de marzo de 2010

Atracción.






Los hermanos Imán sentían entre sí una atracción inconfesable, tan inconfesable que antes de función ni siquiera ellos lo sabían.
El presentador había dado tercera y Polo no aparecía. Fueron a preguntarle a Imanta, que entre llantos y cortos circuitos se negaba a salir del camerino. El mundo se le había puesto de cabeza.
La niña antorcha era el último acto antes de los Imán y los rostros del público seguían igual de colgantes e inexpresivos que en su deambular cotidiano, así que Pulgar, el hombre más gordo del mundo, tiró la puerta. Iba sacar a chica Imán de una vez por todas. No se atrevió. Del otro lado Imanta y Polo desnudos, pegados de boca y sexo hacían un eterno 69.
A partir de ese día las pancartas anunciaron “¡Pasen y vean a Polo e Imanta, los siameses sexuales!”. Fue todo un éxito… Al menos hasta aquella noche en que un sueño erótico de Polo terminó por asfixiar a Imanta.
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