domingo, 16 de mayo de 2010

El día de los desalmados.

Los ateos despertaron sonrientes, un gran peso se les fue de encima.
Los sacerdotes sin fieles que estafar y muriendo de hambre, optaron por vender la iglesia al magnate que abrió un supermercado, donde las tiendas de discos quebraron a falta de clientes y productos nuevos.

  Los artistas se ahogaron en profundos lagos de desesperanza; El pintor le temía al pincel, el poeta ante esas líneas vacías de esencia que bien pudo haber escrito un notario, tomó la pluma e inserto el punto final en su yugular y en vez de sangre derramó poesía, que únicamente conmovió a un vampiro mendigo que al lamerla del suelo volvió a mirar con ojos de hombre vivo y sintió miedo. Todas esas criaturas de las cuales se alimentaba, ahora estaban más muertas que él.

  Acudió a los grandes magos, pero ellos ya habían cambiado su falso oficio por la ciencia. Pidió respuesta a los fantasmas que ya habían desaparecido y en contra de todo lo que dictaban los Libros de la Noche, acudió al reino fantástico a suplicar a las hadas su misericordia, pero los restos del reino ya descansaban en el cenicero de un bibliotecario confundido.

   En su tremenda angustia el vampiro optó por entregarse a la incandescencia del sol, que para colmo de Galileo, jamás se dignó de nuevo a dar otra vuelta alrededor de la tierra. 
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