Cuando la espada atravesó el costado del toro, los ojos ahogados de Pasifae soltaron una lágrima que resbaló protegiendo con su húmeda caricia el vientre que acunaba a Minotauro.
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Pequeñeces y miniaturas literarias.
Rodrigo, he leido varios de tus minicuentos. "Otras maravillas" y éste me parecen fenomenales, me gusta tu estilo. Me hago seguidor tuyo y te dejo la direccion de mi blog, ojalá le puedas dar un vistazo. Saludos
ResponderEliminarbajoluzpropia.blogspot.com